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No más muertos por escribir

Cárceles, juzgados, exilio, entre otras, son las únicas opciones que tienen las mujeres que se enfrentan ante el poder político con sus escritos veraces y directos, cuando sus palabras son tan fuertes que ni siquiera el dinero logra silenciarlas. 

 

Cifras que aterran

 

Es increíble cómo las cifras de muertes, amenazas, hostigamientos y acosos judiciales contra los periodistas son cada vez mayores y más sorprendente aún, que no exista por parte del Estado el cumplimiento riguroso de la ley 51 de 1975 que supone “Garantizar  la libertad de información,  expresión y asociación sindical, así como defender  el gremio y establecer sistemas que producen al periodista seguridad y progreso en el desempeño de sus labores”.

 

El 2014 resultó ser uno de los años más perturbadores para quienes ejercen este oficio con la ilusión de que la ley sea cumplida y sus vidas no se encuentren en peligro: aquellos profesionales de la comunicación que resultaron víctimas de  ataques, eran reporteros de radio o televisión (35%), fotógrafos (27%), camarógrafos (27%), periodistas de prensa gráfica (22%), de medios digitales (13%) y editores (7%).

 

Por otra parte, una nueva categoría se desarrolla al momento de ejercer el periodismo como profesión, son los conocidos freelances, denominados por RSF (Reporteros Sin Fronteras) como aquellos periodistas que no dependen de ningún medio masivo, simplemente elaboran escritos y los venden a quien mejor los compre o a aquel medio que requiera información veraz; y sorprende que aun este tipo de periodismo se vea cohesionado por el poder y el porcentaje de muerte haya subido durante el 2014  en 22 %, superando sus propias estadísticas.

América Latina y su peligrosa geografía

 

¿Es acaso posible que no exista algún tipo de seguridad para aquellos que buscan esclarecer verdades o defender los derechos humanos? En un país como Colombia, considerado mundialmente el segundo más peligroso para ejercer este oficio SI es posible como lo es además que las grandes élites sean quienes tienen el dominio, tanto del dinero como de la información.

 

Según Reporteros Sin Fronteras (RSF), los países de América Latina suponen un peligro mayor para quienes trabajan en las lides del periodismo. Liderando la lista se encuentra México como consecuencia de los carteles del narcotráfico y la corrupción política; sin embargo Colombia en su segundo lugar no se queda atrás, ya que las causas de muerte de los periodistas supone las mismas características, teniendo a las BACRIM (Bandas Criminales), como principales opositores y atacantes contra sus vidas, también guerrillas como las FARC y en los peores casos políticos reconocidos.

 

Por ello, no resulta sorprendente al revisar los archivos recolectados por la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) encontrar que casi el 70% de los periodistas caídos, se encontraban haciendo coberturas de conflictos políticos y, un escalón más abajo, guerras y derechos humanos, lo que empieza a generar dudas frente al poder que los entes políticos ejercen sobre la información y claramente sobre la vida de quienes la escudriñan. Por otra parte, sólo 14%, se encontraba siguiendo temas vinculados a hechos de corrupción, fueron atacados, sin embargo supone un porcentaje alto, al esperado por los medios, que debería ser de 0%.

 

Zonas de conflicto y con baja seguridad, son los principales lugares para que los periodistas sufran amenazas y caigan en medio de su lucha por la verdad. Tal como lo expuso el pasado 28 de mayo, el subsecretario General de la ONU Jan Eliasson, al señalar que la zona donde se lleve a cabo la misión del periodista no debería influir, ya que este cumple como mediador civil y como principal sujeto para prevenir y solucionar conflictos sociales.

Mujeres en acción

 

Durante los últimos años, las mujeres periodistas vienen ejerciendo su labor a cabalidad, con resultados favorables para el oficio pero preocupantes si se tienen como referencia no solo las altas cifras del maltrato sino el feminicidio.

 

Un ejemplo de esto es que durante el 2004, el porcentaje de periodistas mujeres muertas en el campo de acción de su profesión llegaba a 5%, pero diez años después, es decir durante el 2014, el porcentaje aumentó a 8% lo que disparó las alarmas e instauró medidas de prevención para hombres y especialmente para las mujeres, quienes al ser catalogadas como el sexo débil tienden a ser cruelmente violentadas.

Sin embargo, la medida de prevención en muchos de los países latinoamericanos incluye la autocensura o en el peor de los casos el exilio voluntario, para así silenciarlos y prevenir que las cifras sigan en aumento.

Aunque la ONU genere más y más comunicados dándole voz a la libertad de prensa, el número de opositores es cada vez mayor y las cifras de muertes supera las esperanzas de aquellos que aún creen que la verdad debe ser conocida por todos.

 

Pero ¿Son los comunicados de la ONU realmente aplicados en las zonas más riesgosas para ejercer el oficio? La periodista Jineth Bedoya, es un ejemplo de cómo la ignorancia de un país, pone en riesgo la vida de aquel que busque defender los derechos humanos y juzgar la impunidad que tanto se ve arraigada.

 

Aunque Bedoya es solo uno de los pocos casos en los que se evidencian la falta de castigo y la impunidad, como ella existen cientos de mujeres en el silencio y con temor a relatar verdades porque son conscientes del daño colateral que esto implicaría. Sin embargo, su valentía tuvo una pequeña recompensa y fue la declaración de su secuestro como crimen de lesa humanidad,  considerado uno de los grandes pasos del periodismo en Colombia.

 

Un futuro que es de todos

 

Con cifras tan aterradoras, con una impunidad que cada día se consolida más y con una sociedad cegada ante su realidad, es necesario buscar soluciones tanto para aquellos que exponen la verdad como para otros tantos que merecen ser conocedores de esta misma, ya que ser periodista no debería convertirse en una elección de vida o muerte, ser periodista es pasión, valentía y honor, y el futuro de ésta profesión debe estar en manos de jóvenes emprendedores sin temor a nada. Es momento de acabar con esos números, y darle vía libre al flujo de información, ya que es un deber que todos debemos reclamar.

 

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